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EL TEMPLO DEL (Cielo y el) DESTINO

EL TEMPLO DEL (Cielo y el) DESTINO

Acostarse en la hamaca, a una hora que la ubicación del sol permita mirar el cielo, es un rezo. El vaivén de la hamaca pone el ritmo, tu mente la plegaria. Empezamos como siempre por las deudas no pagadas, por las deudas no cobradas. Algún trámite pendiente, un pleito judicial en puerta, un divorcio, un dinero perdido, robado, confiscado. Aparece el amigo traicionado, el sueño sacrificado.Ah! ¡Las encrucijadas! Ella o ella. Él o ella. Canadá o Mérida. Tenerlo o no tenerlo. Renunciar o esperar. Huir o resignarse. Unam o la Ibero. Participar o mantenerse al margen.

Suspiras y justo a través del suspiro vez el cielo. Ves el cielo y lo ves mirándote. Si logras mantener su mirada empieza el verdadero rezo. Pero esa es otra historia. Curioso que los templos tengan techo. Como si quisieran protegernos de ver el cielo. Algunos, la Capilla Sixtina como líder, pintan el techo. Quieren sustituir el cielo pero solo logran darnos tortícolis; lástima que no cuelguen hamacas.

Alguna vez tuve una novia que adoraba el I Ching. Cada noche tirábamos las tres monedas y buscábamos las respuestas que ni la hamaca ni el cielo nos daban. Añoro algunos fragmentos de aquel libro grueso. Estar frente al tribunal de los sabios budistas barbudos que con palabras como “carreta”, “río”, “dragón”, nos asesoraban sobre las deudas no pagadas o no cobradas. Sobre el amigo traicionado. Sobre la Unam o la Ibero. Con el tiempo las “carretas”, “los ríos” y “los dragones” se alinearon para separarnos.

Wikipedia escribe: El I Ching describe o interpreta la situación presente de quien lo consulta y aconseja el modo en que se puede resolver el futuro si se adopta ante él la posición correcta. Y más adelante: El I Ching describe un universo en el que la energía creadora proviene del cielo.

Quise crear un techo que mire al cielo. Que distraiga de verlo pero a la vez invite a verlo. Recordé los sesenta y cuatro hexagramas que conforman el I Ching y sus líneas verticales largas o cortas. Cada uno: una letra de un abecedario extraño. Por un lado símbolo ancestral de profundas raíces, por otro un anodino microchip de pilares binarios.

Nos acostamos en la hamaca y miramos el techo de símbolos. Presentimos que el mensaje con la respuesta correcta está ahí. ¡Es lo que tenemos que hacer! Luego, miraremos el cielo. Pero esa es otra historia.